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No sé que no sé nada.

Al recordar lo que os voy a contar todavía se dibuja en mi rostro una muy poco atractiva expresión de perplejidad ojiplática, rematada por un sonrisa entre malvada y burlona. Todo ocurrió en una reunión de trabajo de un equipo de dirección en la que, por los avatares de la vida, me encontraba presente. La persona que ostentaba la Dirección Financiera de la compañía, quien contaba con más de 25 años de experiencia en departamentos financieros de reputadas empresas internacionales, estaba explicando a uno de los responsables nacionales (de un departamento que nada tiene que ver con el de finanzas) los errores que se habían cometido respecto a la gestión de determinados albaranes y las consecuencias que ello podía tener. Todos los presentes teníamos claro que el error se había producido y que iba a tener repercusiones sobre la facturación. La reprimenda era más que justificada, aunque tal vez no fuera el mejor foro para realizarla. 

Rápidamente el desagrado se hizo manifiesto en el rostro del responsable nacional, se empezó a poner rojo, escondió la barbilla, apretó los labios, frunció las cejas y entrecerró los ojos. Se apoyó con ímpetu sobre la mesa, y señalando con el dedo índice al director financiero, le dijo –¡He estudiado lo mismo que tú! ¡Así que no me des lecciones, porque sé lo mismo que tú de finanzas y contabilidad!–. El silencio se apoderó de la habitación, a la vez que muchos de los presentes pensamos que si bien era cierto que tenían la misma titulación académica, uno contaba con más de 25 años de ejercicio profesional al más alto nivel, mientras que el otro nunca había trabajado en un departamento financiero… Las risas contenidas empezaron a desperdigarse por diferentes puntos de la sala, y alguien estuvo lo suficientemente rápido para cambiar de tema, antes de que aquello fuera a mayores.

Podemos definir al engreído como aquella persona con una tendencia espontánea a sobrevalorar sus propias capacidades, conocimientos y actos. Ser generoso (positivo) en la valoración de nuestras competencias puede tener efectos beneficiosos para quien goza de esta característica, ya que la autoconfianza le lleva a intentar hacer cosas, con lo que las probabilidades de éxito aumentan (al hacer muchas cosas, alguna debería salir bien, aunque sólo sea por una cuestión de estadística). Por otro lado, una autoconfianza sin fundamentos crea un autoengaño disfuncional que antes o después hará que se dé de bruces con la realidad, dejándolo desorientado y maltrecho.

El engreído suele ser inconscientemente incompetente, es decir desconoce que no sabe. Y es precisamente esa ignorancia sobre el tema en cuestión y sobre sí mismo, la que le lleva a menospreciarlo y sentirse capacitado, como el mejor, para afrontarlo.

Curiosamente el engreimiento, la ignorancia y la autoconfianza suelen ir de la mano, tal y como sentenció Charles Darwin al decir: “La ignorancia suele engendrar mayor confianza que el conocimiento”. Los problemas empiezan cuando empezamos a mezclar confianza y liderazgo… 

 

El gorila invisible.

En el libro “El Gorila Invisible”, Chabris y Simons, además de explicarnos que los errores más comunes de nuestra intuición residen en confundir correlación con causalidad, profundizaron en cómo la autoconfianza de una persona puede llegar a influir en la visión que el resto del grupo tenga de ella, y qué atributos tienen los que influyen sobre los demás. Así, llegaron a la conclusión de que “los líderes no eran los más competentes sino que adoptaban ese papel debido más a su personalidad que a su capacidad. Los individuos con personalidad más dominante tendieron a convertirse en líderes. Son los que hablan primero y con mayor vehemencia. Quienes poseen personalidad dominante tienden a exhibir mayor confianza en sí­ mismos y los demás toman su confianza como un indicador de habilidad aun cuando no sean mejores”. Es decir, vemos en el líder un nivel de confianza que nosotros tenemos sólo cuando estamos seguros de decir la verdad, o de saber qué es lo que estamos diciendo, y, por ende, creemos que cuando ellos muestran esta autoconfianza es porque saben…

 

El efecto Dunning-Kruger.

En un estudio realizado en la Universidad de Cornell, cuyos resultados fueron publicados en el Journal of Personality and Social Psychology de diciembre de 1999, David Dunning y Justin Kruger sentaron los principios del efecto Dunning-Kruger. 

“El efecto Dunning-Kruger es un sesgo cognitivo, según el cual los individuos con escasa habilidad o conocimientos sufren de un sentimiento de superioridad ilusorio, considerándose más inteligentes que otras personas más preparadas, midiendo incorrectamente su habilidad por encima de lo real. Este sesgo se explica por una incapacidad metacognitiva del sujeto para reconocer su propia ineptitud. Por el contrario, los individuos altamente cualificados tienden a subestimar su competencia relativa, asumiendo erróneamente que las tareas que son fáciles para ellos también son fáciles para otros.”

“La sobrevaloración del incompetente nace de la mala interpretación de la capacidad de uno mismo. La infravaloración del competente nace de la mala interpretación de la capacidad de los demás.”

Según Dunning y Kruger:

Los individuos incompetentes tienden a sobrestimar su propia habilidad.

Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer la habilidad de otros.

Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer su extrema insuficiencia.

Si aceptan ser entrenados para mejorar sustancialmente su propio nivel de habilidad, estos individuos reconocerán y aceptarán su falta de habilidades previa (pasando a ser conscientemente incompetentes).

 

¿Y ahora qué?

A pesar de lo que nos pueda parecer, vivimos en un mundo en el que lo absoluto no existe. Esta afirmación paradójica, es una prueba más de que las relaciones humanas están habitualmente dominadas por la paradoja, la contradicción y el autoengaño. En demasiadas ocasiones, algo que en un primer momento nos parece un hecho desafortunadamente negativo para nuestros intereses, se torna con el transcurrir de los días en un suceso tremendamente positivo. O, sin saber por qué, de repente empezamos a dudar de algo de lo que estábamos completamente convencidos.

¿Es posible que la autoconfianza de la que tan orgulloso estás, no sea más que fruto de tu ignorancia? ¿O, por el contrario, realmente se cimienta en hechos? 😜😜😜.

Conseguir desarrollar una competencia de manera consciente no es fácil, requiere conocimiento, práctica y experiencia (o dicho de otra forma: saber, querer y poder). La autoconfianza más eficaz, es aquella que se sustenta sobre un autoconocimiento cierto, y una autoeficacia fundamentada en un talento real, contrastado y replicable. Y todo ello aderezado con la dosis necesaria de humildad, imprescindible para poder rectificar cuando es necesario. 

Si el axioma del sabio fue “sólo sé que no sé nada”, tal vez el del ignorante debería ser “no sé que no sé nada”

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IGNORANCIA Y AUTOCONFIANZA

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