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Un ejemplo de intervención de Problem Solving Estratégico.

peon coronado no me abracesCreo que estaremos de acuerdo en que la mejor manera de entender cómo funciona algo es poner un ejemplo donde se muestre la efectividad del sistema utilizado. Lo que os voy a contar es un pequeño resumen de una de mis intervenciones, para que os podáis hacer una idea de en qué consiste el Problem Solving Estratégico, en este caso en un problema personal y no profesional.

Como es lógico omitiré nombres y cualquier dato que pudiera facilitar el reconocimiento de los afectados.

Hacía pocos días que nos habíamos visto y no había percibido nada extraño en él, por eso me sorprendió tanto su llamada pidiéndome que nos viéramos esa misma tarde.

En aquella época yo trabajaba muy cerca de la Plaza de Cuzco, en Madrid, por lo que quedamos en una cafetería que había en la calle Santa Engracia. Mi amigo llegó con algo de retraso y bastante nervioso. Por lo que deduje que el asunto era más importante de lo que había imaginado en un primer momento. –Un problema con su novia o con el trabajo– pensé.

Después de los habituales abrazos, las disculpas por el retraso y de pedir un par de cafés, uno cortado y otro con leche, mi amigo fue directamente al grano: –Necesito que me ayudes, José Luis– me dijo mirándome a los ojos con una expresión de desesperación en su cara.

Para eso estoy– le contesté con un tono pausado y relajado para tratar de transmitirle algo de confianza. –¿Qué prefieres, que yo te vaya haciendo preguntas hasta que entienda qué es lo que te sucede o contármelo todo resumidamente para que puedas ser más concreto y enfocarte en lo que es más importante para ti del problema que tienes? -le pregunté-.

Prefiero contártelo todo directamente– respondió y comenzó a narrarme lo siguiente:

Se sentía bastante desolado ya que, desde hacia varias semanas, su pareja actuaba de una manera muy extraña. Aunque en su día a día las cosas eran como siempre, en la intimidad todo había cambiado. Hasta hacía algo más de un mes su vida sexual había sido plena y satisfactoria para ambos. Los dos se entregaban encantados al reclamo del otro, en especial mi amigo, ya que él entendía la sexualidad como la culminación del amor, como la expresión más auténtica de entrega al otro. No concebía la sexualidad sin amor, y por lo tanto le costaba comprender el amor sin sexualidad, a menos que hubiera un impedimento para ello.

Pero, desde hacía más de un mes su pareja ya no buscaba el encuentro sexual, e incluso cuando mi amigo lo hacía ella lo rechazaba, poniendo como motivó la falta de deseo.

El desconcierto de los primeros rechazos fue pasando por distintas fases: preocupación de que ella tuviera algún tipo de enfermedad que no quisiera contarle, enfado al pensar que ella estaba probando su capacidad de aguante y su amor más allá del sexo, desconfianza al imaginar que ella ya no sintiera lo mismo de antes, celos al sentir que ella hubiera encontrado un amante que la satisfacía completamente, inseguridad al ver como día a día la pareja se iba separando.

Habían hablado del problema en varias ocasiones, y en cada una de ellas había reflejado con autenticidad sus sentimientos: preocupación, enfado, desconfianza, celos e inseguridad. Ella, siempre había entendido lo que él sentía, le repetía una y otra vez que seguía queriéndole, pero que no podía hacer el amor con él, que no sabía a qué se debía, y que lo que sí que necesitaba era que él la abrazara continuamente. Las conversaciones terminaban siempre entre lágrimas, con ambos envueltos en un tierno abrazo, y la petición de ella a mi amigo de que tuviera paciencia, pues ella estaba convencida de que, con el tiempo todo se pasaría y ella volvería a desear hacer el amor con él.

Mi amigo me miró avergonzado, y tras un breve silencio dijo: –José Luis, tío, estoy desesperado. No se qué hacer-.

Seguro que algo se nos ocurre– dije –pero, antes de nada déjame que te repita lo que me has contado para ver si lo he entendido bien. Si algo no lo he comprendido correctamente, por favor, dímelo-.

Noté un pequeño alivio en mi amigo al darse cuenta de que le había escuchado y entendido perfectamente la situación.

Acordamos que si él y su novia volvían a hacer el amor, su relación de pareja seguiría siendo tan satisfactoria como lo había sido hasta hacía algo más de un mes. Por lo tanto, nuestro objetivo era claro, debían volver a tener relaciones sexuales, es más, para estar seguros de que se había dado el primer paso hacia la solución definitiva, debería ser ella quien le buscara a él para el encuentro pasional.

Lo que mi amigo había intentado hasta el momento básicamente había sido tratar de razonar con su novia, cada vez que él deseaba que hicieran el amor ella le rechazaba, por lo que él trataba de convencerla para hacerlo. La respuesta siempre era negativa y acababan llorando angustiosamente y fundidos en un abrazo en un intento desesperado por no romper la pareja. Era más que evidente que hasta ahora esto no había funcionado, así que deberíamos probar algo diferente.

Por suerte, mi amigo ya me había oído en más de una ocasión comentar las técnicas que utilizo en mis intervenciones, así que, no le extrañó nada cuando le propuse que pensara en qué es lo que podría hacer si lo que quisiera fuera empeorar aún más la situación, en vez de mejorarla.

Aunque al principio las respuestas tardaron en llegar y eran demasiado genéricas, poco a poco se fue centrando y cada vez sus soluciones para empeorar la situación estaban más centradas en su problema concreto. Después de unos quince minutos teníamos toda la mesa llena de servilletas escritas con recetas para empeorar su relación. Al ver tan extraña exposición nos miramos y por primera vez en toda la tarde mi amigo se permitió reír.

El siguiente paso era elegir, de entre todas las maquiavélicas respuestas, aquella que menos le costaría poner en práctica, la que menos riesgo tuviera para la salud de la relación y a la vez fuera más fácil de llevar a cabo.

La elegida fue «la del abrazo«. Como recordaras, querido lector, siempre que mi amigo era rechazado por su novia, después de hablar o discutir, terminaban llorando y abrazados. Pues bien, la próxima vez que esto sucediera, mi amigo debía evitar por todos los medios abrazar a su novia. Para que todo fuera más o menos normal y la relación no se viera aún más deteriorada, él debía tener un motivo lógico para tal rechazo hacia ella. La razón lógica para no abrazarla la encontramos al poner en juego la estratagema «matar a la serpiente con su propio veneno«.

El resultado final de este cóctel de ideas fue la siguiente tarea para mi amigo:

Esa misma noche intentaría tener relaciones sexuales con su novia, ante el más que probable rechazo por parte de ella, él, como siempre, debía hablar sobre el tema.

Decidimos que lo hiciera desde la angustia y el miedo a que la relación se acabara, volvería a llorar sí sentía necesidad de ello, pero, cuando ella le pidiera que la abrazara, él la rechazaría. Debía de hacerlo con la mayor ternura y el mayor amor posible, pero habría de ser firme.

Ante la insistencia de su novia, él le explicaría que había entendido que ella no se encontraba bien, y que eso les impedía hacer el amor; que él la amaba por encima de todas las cosas y esperaría el tiempo que fuera necesario, pues su amor estaba por encima del sexo. Ella tenía que entender que él la deseaba intensamente y que su sexualidad estaba a flor de piel, por lo que el más mínimo roce con ella le producía una gran excitación, y como ella comprendería, para él no era fácil estar abrazado a ella, excitado, mientras no podían hacer el amor. Que eso le hacía sentirse muy culpable y, por ello, le pediría que no volvieran a abrazarse hasta que no hicieran de nuevo el amor. Ella comprendería que eso no significaba que no la ama, y que no tendría sentido ponerse en situaciones que aumenten la tensión. Y con el tiempo seguro que todo se solucionaría.

Mi amigo se marchó con ciertas dudas sobre la efectividad de mi recomendación, pero con la suficiente desesperación como para ponerla en práctica.

Pasó la noche.

Era un poco antes de las nueve de la mañana cuando sonó mi teléfono. La voz de mi amigo era pletórica, llena de energía: –Muchas gracias tío- dijo -fue terminar de decir lo que hablamos, se calló durante un instante y, simplemente sucedió…

No han vuelto a tener este tipo de problemas desde entonces.

Si quieres conocer las diferentes fases del modelo de Problem Solving Estratégico lee, por favor, el siguiente post: Problem Solving Estratégico.

 

¡NO ME ABRACES!